Costumbres Argentinas: De casi perderlo todo a 60 franquicias
COSTUMBRES ARGENTINAS es una cadena de franquicias que creció a un ritmo vertiginoso y hoy cuenta con 60 locales. A pesar de su rápido y exitoso desarrollo, es producto de muchos años de pruebas, errores, fracasos pero sobre todo de la tenacidad y el trabajo de sus dueños, Luis y Alejandra. La empresa nació para la venta de panificados y pastelería pero con el tiempo y por las demandas del mercado, incorporó otros productos como hamburguesas, ensaladas y sandwiches. Tiene tres modelos de negocio, fabrica productos para otras compañías y el año que viene planean abrir entre 40 y 60 locales.
APRENDER A LA FUERZA
Los inicios de Luis en el oficio fueron desde muy temprana edad. A los 12 años su padre se fue de su casa dejándolo solo con sus 4 hermanos y su madre. Su triste realidad y la necesidad hicieron que su hermano mayor de 17 años incentive a los más pequeños a conseguir un empleo para poder colaborar entre todos con la economía familiar.
“Fue duro e inesperado. Mi papá nos dijo que iba a comprar cigarrillos y no volvió más. Ahí busqué trabajo y uno de los primeros que tuve fue de maestranza en una panadería que quedaba en Liniers. Entraba a las 4 de la mañana y me levantaba a las 2. Tomaba el tren en Merlo y cuando llegaba arrancaba con la limpieza, pero como era rápido, cuando terminaba, ayudaba al maestro pastelero con algunas terminaciones”. Así Luis aprendió los secretos del rubro y nunca más se alejó de él.
Al cabo de dos años y medio sin noticias, su padre decidió volver y se instaló en Mar del Plata con una cadena de supermercados. Eso hizo lo hizo que la familia se reubique de a poco en la costa y que con su ayuda, Luis y su hermano pusieran una panadería. Sin embargo, era un negocio muy chico y retirado del centro que no rendía para dos personas, entonces Luis decidió retornar a Buenos Aires.
NO DEJAR DE INTENTAR
Tras su vuelta, empezó a trabajar en confiterías como asesor, luego pasó a ser encargado de fábricas y más tarde entró a COTO, la famosa cadena de supermercados. Esa experiencia le permitió aprender mucho de empresas y además lo cruzó con quien hoy es su mujer, Alejandra.
Allí estuvo 6 años hasta que ambos, ya en pareja, decidieron independizarse a principios de la década del 2000 con un proyecto propio. Luis estaba interesado en un negocio que había visto en Rosario donde vendían distintos tortas a muy buenos precios y con delivery. Su idea era interesante pero se topó con una gran crisis que puso su plan en suspenso.
Corría el 2001 y a Luis y Alejandra se les complicaba armar un negocio. Como no sabían qué iba a pasar con el destino del país, decidieron emigrar y alquilaron una posada en una isla de Brasil. “La temporada fue muy mala porque casi el 50% de los lugares funcionaba con argentinos y por la crisis los argentinos no viajaban”.
Así el primer emprendimiento que habían lanzado iba camino a fracasar, pero ellos en vez de lamentarse, actuaron rápidamente y buscaron una solución para no dejar morir el negocio.
“En el lugar que teníamos para servir el desayuno pusimos un restaurante con muy buenos precios. Pudimos recuperar el dinero y con la ganancia que tuvimos allá armamos el primer local de la tortería en Buenos Aires en San Martín y Panamericana. El primer día fuimos bastante optimistas y teníamos unas 800 tortas hechas pero resultó que no quedó nada. Nos pelaron el local. No esperábamos la cantidad de gente que vino y vendimos toda la producción que habíamos armado para el fin de semana”
El éxito fue inmediato y el crecimiento, impensado. En tres meses abrieron tres locales y empezaron a investigar el mercado de las franquicias porque ya se les hacía difícil manejar tanto personal. Con ese modelo y luego de dos años de su lanzamiento, la marca ya sumaba 16 locales.
Todo marchaba sobre ruedas hasta que la gente empezó a copiar el negocio y la competencia se hizo feroz. Las ventas cayeron y en poco tiempo pasaron de tener un gran emprendimiento a encaminarse a la bancarrota. “Fue desesperante porque veníamos con el viento de cola y creciendo y de repente se había frenado todo. Teníamos mucha preocupación. La falta de tecnología y experiencia hizo que se nos fuera todo de las manos. Ahí nos dimos cuenta que teníamos que empezar a hacer otra cosa porque eso ya no era redituable”.
Una vez más, Luis pensó cómo afrontar ese momento y se le ocurrió empezar a vender panificados y pastelería a los supermercados. Arrancaron con 4 locales de DISCO en la costa y luego siguieron con otras cadenas en la Capital. Su salto fue “abismal” y tras 3 años de intenso trabajo, sus productos estaban presentes en todos los lados. “Fueron tres años de crecimiento muy bueno donde nos fue súper bien y también aprovechamos para ampliarnos”.
DEL ÉXITO A LA QUIEBRA
En el año 2010 Luis y Alejandra juntaron sus ahorros y decidieron comprar un predio de 30 mil m2. Además, tomaron créditos para realizar la obra y la puesta a punto de la planta, pero, lamentablemente, en 2012 la inflación hizo que suban las tasas de interés de los bancos y que el panorama se vuelva negro.
“Los supermercados pagaban con plazos largo. Tuvimos vender cheques para afrontar las deudas y en un momento no tuvimos otra opción que concursar. Nos generó mucho dolor pero nos dijeron que no había otra salida”, recuerda Luis con angustia. Por su parte, Alejandra destaca el apoyo de sus seres queridos en el duro momento. “La familia nos quiso ayudar pero nosotros sabíamos que nos habíamos metido solos en eso y queríamos salir solos. Fue muy difícil pero queríamos demostrar que nosotros podíamos, que nuestro proyecto era viable y que teníamos fe en lo que estábamos haciendo”.
El día después que presentaron el concurso de acreedores tuvieron que restructurar todo, inclusive su casa. Luis y Alejandra estaban acorralados por la crisis pero no podían darse por vencidos. Se juntaron con todos los proveedores y empleados para explicarles la situación y pedirles que los sigan acompañando pero se les hacía indispensable contar con dinero en efectivo para poder salir a flote.
Ambos pensaron en fabricar productos nacionales que tengan que ver con las costumbres de los argentinos como empanadas, medialunas, sándwiches algo con las costumbres de todos los días. Así nació COSTUMBRES ARGENTINAS.
“Armamos el primer local con todo usado; heladeras, cámaras, exhibidores. Teníamos mucha incertidumbre pero también mucha seguridad interna de que íbamos con un muy buen producto al mejor precio. Estábamos seguros que no íbamos a fallar”.
APRENDER DE LAS CRISIS
Otra vez la propuesta fue un éxito y de a poco el ánimo y la salud financiera de la empresa empezaron a dar señales de recuperación. Los locales se multiplicaron gracias a las franquicias y la nueva empresa cerró su primer año con 18 puntos de venta.
COSTUMBRES ARGENTINAS iba en constante ascenso pero Luis y Alejandra sabían por lo vivido que no podían dejar que una nueva crisis los golpee. Fue por ello que resultó indispensable invertir en tecnología e industrializar la marca para abastecer a todos los locales. “Invertimos en equipamiento y ahí entendimos que nuestra pelea tenía que estar por el lado industrial. Había que competir en esa categoría y así arrancamos otra experiencia. Fue un gran desafío”.
Ese enorme paso les permitió seguir abriendo un promedio de 14 locales por año y adaptarse a las demandas de los clientes y al siempre inestable contexto económico del país. Desarrollaron una mayor variedad de productos e incursionaron en la gastronomía gourmet. “Nuestros puntos de venta más fuertes eran los desayunos y las meriendas y nos dimos cuenta que podríamos vender más si incorporábamos productos en la en el almuerzo y en la cena”.
Hoy, después de todas las situaciones críticas que atravesaron, Luis y Alejandra cuentan con una empresa que tiene más de 60 franquicias y está en pleno plan de expansión con nuevos modelos de negocio: Costumbres Gourmet y “Costumbres al paso. La clave para ellos fue nunca abandonar su sueño y siempre seguir innovando.