por Mundo Dinero
2 Mayo de 2023En 1989 se registró una espiralización extrema en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) que desembocó vertiginosamente en una hiperinflación histórica.
En febrero de aquel año, el índice mensual había dado 10%. Para marzo, la suba alcanzaba el 17%. En el mes de abril, la inflación había medido 33%. Para mayo, la subida fue impresionante, llegando al 78%. El descontrol total comienza a medirse a través de junio, con un 114% de índice inflacionario mensual.
En 1975, año del rodrigazo, la situación fue distinta aunque mucho más explosiva: entre marzo y mayo de dieron índices inflacionarios en torno al 6%. En junio, el IPC se disparó hasta el 21%. Julio vio una subida de hasta el 35%, con un posterior descenso en agosto del 22%. El resto del año se mantuvo con inflación de dos dígitos.
En este sentido, cabe preguntarnos si estamos en un panorama similar. El economista Pablo Goldín se pregunta si estamos ante un panorama de aceleración de la inflación escalonada o explosiva. Si la aceleración es escalonada, podemos llegar a esperar dos dígitos mensuales en algunos de los períodos que restan hasta el paso de mando programado para fin de año.
Sin embargo, si la aceleración inflacionaria explota o se espiraliza de una forma extrema, el panorama será evidentemente muy distinto.
Los factores que hay que tener en cuenta para poder predecir si el camino es uno u otro, pasan por la devaluación o el gasto, entre otros. Si viene una devaluación brusca, la espiralización parece inevitable. Si el gasto acompaña las subidas inflacionarias, parece más posible acercarnos a índices de subida más rampante. Pero, en general, hoy los indicios muestran posibilidades de que la subida del IPC sea más prudente y escalonada. Por supuesto, errores groseros tanto en materia económica como política podrían devenir en un mal escenario, dado lo delicado de la situación.
El escenario de aceleración escalonada de la inflación más comparable pasa por los años 1986 y 1987: en aquel momento de fracaso Plan Austral, había unos índices de inflación similares a los que vemos ahora. A través de medidas como controles de precios o subidas en las tasas de interés de referencia, se intentaba mantener estable al índice inflacionario y contener una eventual disparada. La llegada a los dos dígitos mensuales no fue de un mes para otro, sino que la suba se produjo de manera paulatina. Los números habían sido de 7,6% hasta septiembre de 1986, en torno al 5,5% entre octubre y diciembre, del 7% en el primer semestre de 1987 y en torno al 11,5% para el segundo semestre. Sin embargo, a pesar de la subida paulatina, sabemos que más adelante se dio finalmente la espiralización al no haber adoptado una nueva estrategia.
A día de hoy, con déficits gemelos, la licuación inflacionaria parece presentarse como la única herramienta posible para conseguir las metas fiscales que la Argentina necesita alcanzar para retomar el orden económico: como ya pasó en períodos como en 1989 o 2001, de alguna manera parece que estamos nuevamente insertos en un año de sucesos similares; lo cual podría ser beneficioso para el próximo gobierno.
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